Pesadillas y terrores nocturnos en niños: ¿Qué hacer?
Poder manejar estos episodios en el momento en que ocurren y posteriormente permitirá mejorar la calidad de vida de los pequeños que los sufren.
Para comenzar, hay que entender que los terrores nocturnos y pesadillas son trastornos distintos, que afectan tanto a niños como adultos. Los primeros ocurren estando dormidos, en la primera etapa del sueño. En estos se manifiestan conductas como gritar, hablar, llorar, se observa terror y miedo, y al despertar las personas no recuerdan dichos episodios.
En cambio, las pesadillas son sueños negativos, que causan gran malestar, agitación, miedo y disforia (estado de insatisfacción, frustración o inquietud), pero las personas suelen despertar en el momento, o bien, al día siguiente pueden recordar lo que soñaron.
En el caso de los niños, los miedos comienzan a aparecer a partir de los 3 o 4 años, tiempo en que comienza la interacción social. Los menores intercambian información, se cuentan historias que provocan susto. También se agrega el exceso de exposición a pantallas (celulares, televisión, videojuegos), lo que puede sobreestimular a los niños a la hora de dormir. A su vez, puede influir en el origen de las pesadillas si están viviendo situaciones de estrés, dinámicas de hostigamientos o cambios bruscos que pueden representar peligro. En general, los adolescentes, jóvenes y adultos suelen tener más pesadillas, y los terrores nocturnos son más frecuentes en la infancia.
Consejos para sobrellevar estas situaciones:
- Dar contención y apoyo al menor.
- No despertar a los niños en el caso de los terrores nocturnos.
- Consultar con un neurólogo y realizar estudios si los episodios son frecuentes, es decir, se presentan casi a diario y prevalecen por más de 3 meses.
- Acudir a un psicólogo y comenzar un proceso psicoterapéutico si las pesadillas corresponden a temáticas emocionales sin resolver o estrés post traumático.
- Consultar con un profesional en salud mental si, además, el niño comienza a limitarse socialmente, el miedo a dormir es persistente y le provoca angustia.
- Realizar una correcta higiene del sueño. Es decir, prepararse para dormir, entre 1 o 2 horas antes de irse a la cama, no comer alimentos, no tomar líquidos o bebidas azucaradas, no activarse con ejercicio físico ni exposición a pantallas, menos con películas de terror o acción. Se puede realizar ejercicios de respiración, meditación, imaginería. Se sugiere que los niños duerman en lo posible de 9 a 11 horas.
- Controlar dentro del día el uso de pantallas en cuanto a tiempo y contenidos. No vincular a los menores con programación para mayores.
- Controlar el estrés.